Los agricultores de toda Europa están asfixiados. Muchas explotaciones, sobre todo pequeñas, se han visto obligadas a cerrar. Pero cuando los políticos y los grandes grupos de presión agrícolas culpan a la legislación ambiental europea, no sólo están engañando a los y las agricultoras, sino que están poniendo en peligro su supervivencia.

Los agricultores europeos se enfrentan a una crisis real

El enfado de las personas que trabajan en el campo es legítimo y lo compartimos. En sólo 15 años, la UE ha perdido casi el 40% de sus agricultores, casi exclusivamente pequeños y medianos, que han quebrado o han sido comprados por sus competidores, cada vez más grandes. 

Los verdaderos problemas de los agricultores

El problema es cómo la agricultura y más ampliamente el sistema alimentario, está organizado en Europa. Entre los muchos problemas a los que se enfrentan los agricultores, destacan tres:

  • En primer lugar, las subvenciones, la normativa y los mercados de la UE están orientados a beneficiar a los más grandes. El reparto de las subvenciones públicas a través de la Política Agraria Común (PAC) de la UE recompensa a los mayores terratenientes y a las explotaciones más industrializadas, ya que la mayor parte de los fondos de la PAC se distribuye en función de las hectáreas de tierras agrícolas en propiedad.
  • En segundo lugar, la gran distribución y las empresas alimentarias imponen precios bajos a los productos de los agricultores.
  • En tercer lugar, las multinacionales agroquímicas exprimen a los agricultores al subir el precio de los insumos, como las semillas híbridas, los plaguicidas, los fertilizantes y los medicamentos para animales. Esto expulsa del mercado a los pequeños productores, ya que sólo las explotaciones industriales pueden sobrevivir vendiendo a precios bajos, mientras soportan costes de insumos más elevados. El mensaje a las explotaciones familiares es: ¡hazte grande o lárgate!
El acuerdo con Mercosur, otro culpable

Otro de los legítimos objetivos de las quejas agrarias es el acuerdo entre la UE y Mercosur. Las negociaciones sobre el acuerdo comercial UE-Mercosur aumentan la presión, ya que la agricultura y la ganadería podrían servir de moneda de cambio a otros sectores europeos para acceder al gran mercado latinoamericano. La ratificación del acuerdo abriría la puerta a la importación de cantidades ingentes de carne de vacuno, a menudo responsable de una deforestación y degradación forestal masivas. Cabe recordar que Greenpeace y otras organizaciones ecologistas nos estamos opononiendo sistemáticamente a ese acuerdo desde hace años, mientras algunas fuerzas políticas que dicen apoyar a los agricultores insisten en apoyarlo.

Como eslabón más débil de la colosal maquinaria que produce nuestros alimentos, los agricultores tienen razón para estar preocupados. 

Los agricultores, asolados por los impactos de la crisis climática 

En la actualidad, las sequías provocan pérdidas económicas anuales de unos 9.000 millones de euros en la UE y el Reino Unido, principalmente por los daños sufridos por el sector agrario. 

La actividad humana ha desencadenado una crisis climática y de biodiversidad, donde los sistemas alimentarios mundiales han sido el principal causante de la pérdida de biodiversidad. El calor extremo y la sequía, los incendios forestales, las inundaciones y las tormentas han asolado Europa, y especies vitales para la producción de alimentos – cómo las abejas y otros polinizadores –  están desapareciendo rápidamente, y eso es solo el principio. Una sola catástrofe climática podría aplastar a las pequeñas y medianas explotaciones que ya luchan por mantenerse a flote. 

«Es sorprendente que se culpe al Pacto Verde de perjudicar a los agricultores cuando ¡no se ha aprobado ninguna de las principales normas del Pacto Verde!»

En lugar de acoger favorablemente las medidas para mejorar los servicios ecosistémicos de los que dependen en gran medida los agricultores, algunos políticos y los grandes grupos de presión agrícolas han convertido la protección de la naturaleza y el Pacto Verde de la UE en un chivo expiatorio fácil. En concreto los partidos de extrema derecha y los conservadores han sido criticados por sus intentos de instrumentalizar el descontento de los agricultores y señalar con el dedo a la normativa medioambiental. Pero enviar a los agricultores enfadados el mensaje de que las normas ambientales son las culpables, mientras apoyan un sistema que solo funciona para un pequeño porcentaje de los gigantes del mercado, es poco menos que una traición.

El Pacto Verde europeo, ¿perjudica a los agricultores?

Es sorprendente que se culpe al Pacto Verde de perjudicar a los agricultores cuando ¡no se ha aprobado ninguna de las principales normas del Pacto Verde! Igualmente, tampoco se han alcanzado los objetivos de la estrategia «De la granja a la mesa«, a pesar de que habrían beneficiado a los agricultores. Para acallar las protestas, la Presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, anunció la retirada del Reglamento que planteaba reducir en un 50% el uso de plaguicidas en toda Europa, lo que hubiera podido generar menos dependencia de los agricultores frente a los caros insumos agroquímicos, y hubiera podido abrir la puerta a la prácticas más sostenibles, como la lucha integrada de plagas.

La actualización de la Directiva sobre Emisiones Industriales (DEI), que debía limitar las emisiones contaminantes masivas de las mayores explotaciones ganaderas, podría haber contribuido a mitigar la crisis climática, pero acabó avivándola al flexibilizar las normas para las mayores explotaciones porcinas y avícolas y a dejar fuera, una vez más, las de vacuno. El plan de introducir una legislación marco para un «sistema alimentario sostenible» se desechó antes de convertirse en un proyecto oficial de la UE, y la prometida actualización de las condiciones de bienestar animal se abandonó.

Los dos únicos expedientes políticos que han llegado a la fase final de las negociaciones se refieren a cuestiones fuertemente defendidas por los mayores grupos de presión agrícolas. Se ha vuelto a autorizar por 10 años más el uso en Europa del herbicida glifosato, probablemente cancerígeno, y pronto se desregularán las nuevas técnicas de ingeniería genética, lo que permitirá la entrada de nuevos OMG en el mercado europeo sin evaluación de riesgos ni requisitos de etiquetado poniendo en jaque la agricultura ecológica – la coexistencia es imposible – y en peligro el objetivo europeo de alcanzar para 2030 un 25% de la superficie agrícola en ecológico.

«Los agricultores y la naturaleza son aliados: son los mercados, las subvenciones y la falta de una regulación adecuada los que obligan a los agricultores a elegir desesperadamente entre la producción industrial y la quiebra»

Los grupos de presión agrícolas más poderosos y su confederación en la UE, el Copa-Cogeca, han sido los impulsores de las normas que deben reforzarse y las que deben debilitarse. El actual conjunto de normas que se aplican al sector agrario así lo refleja. El problema es que, a pesar de que afirman representar a todos los agricultores, a menudo han adoptado posturas que defienden los intereses de una minoría de agricultores: los más grandes y poderosos, que prosperan en un sistema alimentario sorprendentemente injusto. Ninguna normativa responsabiliza a los mayores contaminadores de la contaminación masiva y la degradación medioambiental que causan, y no hay suficientes incentivos o recompensas para los que adoptan prácticas verdaderamente sostenibles. 

Muchos políticos siguen apoyando a la agroindustria y plantean la crisis como «agricultores versus naturaleza». Es una falsa dicotomía que perjudica trágicamente a los agricultores. Desvía deliberadamente la atención de las causas profundas de los problemas a los que se enfrentan los agricultores y empeora su situación hasta que sólo quedan las explotaciones más grandes. Los agricultores y la naturaleza son aliados: son los mercados, las subvenciones y la falta de una regulación adecuada los que obligan a los agricultores a elegir desesperadamente entre la producción industrial y la quiebra.

Hay que animar y recompensar a los agricultores que producen alimentos de forma compatible con la naturaleza, y hacerlo para las generaciones venideras.