Carreteras cerradas. Trenes parados. Aeropuertos paralizados. Baldas de las tiendas de alimentos vacías. Cultivos soterrados en nieve. Naves e invernaderos destrozados. ¿Cuántos días podríamos subsistir en una ciudad como Madrid, Zaragoza, Toledo, Segovia u otras sin abastecimiento de alimentos? ¿Para cuántos días dan los stocks de las tiendas? ¿De tu despensa?

Filomena nos vuelve a poner en nuestro lugar. Somos demasiado pequeños y estamos muy mal preparados para fenómenos meteorológicos extremos. Lo peor es que si no actuamos con contundencia y rapidez ante la emergencia climática este tipo de fenómenos van a ser más frecuentes y severos. De ello nos viene alertando la ciencia desde hace muchos años, tantos que desde Greenpeace ya casi no nos acordamos (el primer informe del Panel Intergubernamental de personas expertas en Cambio Climático es de 1990). Y, está en nuestras manos impedirlo.

Estos días volvemos a ver como la alimentación es un sector estratégico y como la apertura de los accesos a Mercamadrid, por ejemplo, hicieron que muchas personas resoplasen de alivio. ¿Nos podemos imaginar una ciudad sin abastecimiento de alimentos? Los cortes de agua, de electricidad son difíciles de llevar, desiguales y no nos son ajenos… pero de ¿alimentos? Eso parecía que no iba a pasar nunca. ¡Si somos la huerta de Europa! Sin duda la situación actual nos invita a una profunda reflexión. No es sólo por una cuestión de bloqueo en los accesos o cualquier otro tipo de situación que pudiera impedir la distribución eficaz de los alimentos. Es también por la propia producción de los alimentos.

El sector agrícola aglutina tres aspectos decisivos: es el sector con mayor impacto ambiental, es de los que más se verán afectados por las consecuencias del cambio climático y de una pérdida de biodiversidad, como el declive de los polinizadores, y es también parte de la solución. La agroecología da respuesta a todos estos elementos y posiciona al sector agrícola en una posición privilegiada. La agroecología trabaja con la naturaleza, no en su contra.

13/01/2021. Velilla de San Antonio, Madrid, España. ©Pablo Blázquez

Filomena deja patente la vulnerabilidad de la producción agrícola, pero muestra también que cuanto más diversificada, más resiliente. Más resiliente la agricultura, más resilientes las personas productoras. Los pequeños productores y productoras, con redes muy concretas de distribución de sus productos, se ven especialmente afectadas por este tipo de fenómenos. Ya lo vimos con la pandemia. Pero, por otro lado, tienen más margen de maniobra, son más creativos, son libres. Sí, la agroecología también es libertad.

Filomena nos muestra también la enorme importancia de relocalizar la producción agrícola, de fomentar la agricultura urbana y periurbana y, muy importante, de la creación de centros logísticos que den soporte a la pequeña producción alimentaria y a las comunidades rurales. También de desarrollar más lo que se denomina como los canales cortos de comercialización.

La ciudad debe reconciliarse con el campo. Reconocer su valor, tanto en la conservación de la biodiversidad cómo como tabla salvavidas ante la crisis climática y darle la debida importancia y protagonismo. No podemos seguir alimentando un modelo productivo y consumista que destruye las bases del sector alimentario, hipoteca su futuro y el de todos los seres vivos. Es urgente abandonar la producción industrial de alimentos y abrazar a la agroecología.

La ciencia nos urge a actuar en todos los sectores para reducir el calentamiento global pero el sector agrícola está casi ausente en todas las políticas climáticas, tanto estatales como internacionales. Filomena nos vuelve a recordar que la alimentación es un sector estratégico y, para su propio bien, el nuestro y el de todas las especies con quienes compartimos casa, es fundamental un cambio de modelo.